Pekín, 15 mar (EFE).- Desde su desembarco en China hace casi un siglo de la mano de los soviéticos y tras adaptarse a las coreografías revolucionarias del periodo maoísta, el ballet clásico occidental es hoy una opción para las chinas que quieren mantenerse en forma.
Han es una de las gráciles alumnas del Estudio J-Ballet, en el barrio pequinés de Chaoyang, donde miércoles y sábados mujeres adultas se reúnen para practicar rotaciones, "pliés" y variaciones.
Dice Han que siempre le han gustado los ejercicios tranquilos, por eso para ella no hay salto cultural entre el ballet y las otras artes chinas que practica, como la caligrafía tradicional.
El ballet, una danza teatral que empezó a desarrollarse durante el Renacimiento europeo y alcanzó su madurez técnica a principios del siglo XIX, desembarcó en las ciudades coloniales de Shangai, Harbin y Tianjin en la década de 1920 de la mano de rusos que crearon escuelas privadas para un reducido grupo de expatriados.
No fue hasta 1954, en pleno maoísmo, cuando se fundó lo que hoy es la Academia de Danza de Pekín, y en 1959 su Ballet Experimental, gracias al maestro soviético Pyotr Gusev, artífice, junto con Dai Ailian, de la adaptación de esta danza al gusto chino, cuyo primer producto fue "La belleza del pez", una leyenda local.
La bailarina Dai Ailian (1916-2006), nacida en Trinidad y educada en Londres, dirigió esa escuela pequinesa y el Ballet Nacional en sus comienzos.
Durante la Revolución Cultural (1966-76) vieron la luz coreografías revolucionarias hoy clásicas, como "El Destacamento Rojo de Mujeres" o "La chica del cabello rojo", más del gusto de la última esposa de Mao Zedong, la actriz Jiang Qing, que "El lago de los cisnes".
La incorporación de elementos chinos en la danza occidental por antonomasia dio como resultado en la década de 1980 obras como "A lo largo de la Ruta de la Seda" o "Tierra Amarilla", y en los últimos diez años se crearon hasta ocho grandes compañías, incluidas las de Shanghái, Liaoning, Guangzhou, Tianjin o Suzhou.
El ballet es hoy práctica casi obligada entre las niñas chinas, cuyos padres, angustiados por un futuro altamente competitivo, las matriculan en numerosas actividades extraescolares para que su cuerpo y mente rindan al máximo.
"Empecé a estudiar ballet de niña, me gusta mucho", explica otra alumna, la universitaria Li Congyun. "Después de aprobar el examen de ingreso a la universidad empecé a bailar aquí. Lo hago para mantenerme y mejorar mi forma física".
Dice Li que otras danzas occidentales, como las latinas, el hip-hop o el aerobic, están de moda entre sus amigas, pero ella escogió el ballet "porque es muy elegante, y es bueno para formar el temperamento de una señorita".
Fue una extranjera, la japonesa Junko Takeda, quien creó el Estudio J-Ballet hace cinco años y medio porque, a diferencia de otros países, no encontraba ninguna escuela para adultas en China, donde hoy esta práctica está extendida.
Takeda se inició en el ballet en torno a los 40 años y hace 12 que lo practica: "No he sido profesional, desde la infancia empecé como aficionada, me atraía mucho el ballet", señala a Efe.
La nipona se mueve ágil y musculada entre la treintena de alumnas locales y extranjeras que se estiran en la barra, corrige sus posturas con contundencia y las fuerza hasta la extenuación.
"El ballet crea elegancia en los movimientos, en el temperamento. Quería facilitar un lugar para las aficionadas adultas. Mis cursos son abiertos, cualquiera puede venir", concluye Takeda.
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