El Waterloo de Nijinsky.
La consagración de la primavera’ mereció una pitada histórica y 100 años de desprecio.
Su historia revivió este fin de semana en Madrid en una sesión universitaria.
El 29 de mayo de 1913, los Ballets Rusos de Diaghilev estrenaban en el Téâtre du Champs Elysées de París ‘La consagración de la primavera’, compuesta por Igor Stravinski y coreografiada por Vaslav Nijinsky. El público asistente, que desde 1909 había aplaudido cada nuevo ballet de las huestes del empresario de mechón blanco, comenzó a protestar, a gritar y alborotarse -otros, los menos, apoyaron las vanguardistas notas y movimientos- en un motín que ya es parte de la Historia. Después de pocas funciones en París y Londres, la coreografía del mítico artista sobre la revolucionaria partitura que Stravinski compuso para danza, totalmente diferente a los postulados clásicos del ballet, no se volvió a representar… Hasta que volvió a ver la luz el 1 de octubre de 1987.
Fue entonces cuando los investigadores Millicent Hodson y Kenneth Archer, tras casi 17 años de dedicación, reestrenaron la obra con el Joffrey Ballet en Los Ángeles, reconstruida a partir de fotografías, documentos, cartas y el testimonio de los escasos testigos vivos: entre ellos Marie Rambert, ‘madre’ del ballet británico, y contratada entonces por Diaghilev para ayudar a Nijinsky. En 1989, la pudimos admirar en el Festival de Granada, representada por el Joffrey en el Generalife, dentro del magnífico y esencial congreso ‘España y los Ballets Rusos’. “Se trata del ballet fundamental del siglo XX”, subrayaba Hodson en su intervención, “ya que inició el modernismo para la danza y cambió la Historia”. Hasta el momento, son 12 las grandes compañías que la tienen en repertorio (necesita de 46 bailarines) y el pasado mayo el Ballet del Mariinsky -compañía de donde salieron Nijinsky, Karsavina y demás integrantes de los Ballets Rusos- volvió al Champs Elysées para conmemorar su centenario.
Hodson y Archer han sido los protagonistas de la Jornada Internacional de Investigación sobre ‘La consagración de la primavera’ celebrada el viernes 8 en el Conservatorio Superior de Danza María de Ávila de Madrid, que dirige Virginia Valero. Respaldada también por la Universidad Nebrija, con el apoyo de Madrid en Danza, el British Council y el Goethe Institut, y organizada por María Torija y Arturo Rubio, ha permitido saber de primera mano un poco más sobre el proceso seguido por estos especialistas en la búsqueda de datos para recomponer la mítica coreografía de Nijinsky, “quien fue la tercera opción de Diaghilev”, subrayaron, “para crearla” .
Bailarina y gran dibujante, la norteamericana Millicent Hodson inició su investigación tras saber que el director Robert Joffrey, en los 70, estaba interesado en los ballets perdidos de los coreógrafos de Diaghilev. En ese camino detectivesco, se unió al experto en historia del arte, el británico Kenneth Archer -que se centró en el trabajo del diseñador de La consagración, Nicholas Roerich- y su relación profesional desembocó en matrimonio. Ya llevan cuatro décadas juntos y 12 ballets recuperados -entre ellos, dos más de los cuatro que hizo Nijinsky, Jeux (1913) y Till Eulenspiegel (1916), cinco de Balanchine y cuatro de Jean Borlin- para compañías como el Mariinsky, la Ópera de París, el Royal Ballet o la Ópera de Roma.
Entre los datos y anécdotas ofrecidos en la Jornada, Hodson contó que localizó a uno de los músicos que tocaban en la orquesta aquella noche de mayo de 1913. Al ser preguntado por cómo recordaba la coreografía, le exclamó “¡estaba de espaldas al escenario, no vi nada!”. Aunque, como cualquier pequeño dato o memoria era vital para recomponer el puzzle, un recuerdo de ese músico -“en escena hacían mucho ruido”-, fue vital para confirmar la percusión violenta de los pies contra el suelo y las palmadas contra los muslos de los bailarines.
En esta búsqueda, contaron Hodson y Archer, fue de extraordinaria importancia un hecho que durante los ensayos de 1913 se convirtió en inconveniente para el trabajo de Nijinsky. Su hermana, la luego también coreógrafa Bronislava Nijinska, ensayaba el papel principal, el de la elegida para ser sacrificada por el bien de la Tierra, que al final de la obra ofrece un desgarrador solo en el que realiza 123 saltos y cae al suelo agónica. Al saber que estaba embarazada, cedió el personaje a quien lo estrenó aquella histórica noche, María Piltz, y, para ayudarla, transcribió el solo. “Aunque los pasos y posiciones de Nijinsky son totalmente lo contrario a la tradición académica del ballet (puntas del pie juntas, en vez de talones juntos, cuerpo recogido hacia adentro, en lugar de estirado y alargado…)”, contaba Hodson, “Nijinska los detalló explicándolos en términos académicos, vital para reconstruir perfectamente esa pieza”. Hodson y Archer contactaron en su proceso detectivesco con la hija de Nijinska, Irina, de la que estaba embarazada la bailarina en aquel crucial momento, esencial por su memoria sobre la existencia de las transcripciones de su madre.
En esta fructífera jornada de investigación, también han participado la experta Stephanie Jordan, autora de, entre otros libros, ‘Stravinski dances’, y que ahora prepara otro sobre el coreógrafo Mark Morris; el crítico Roger Salas, quien recordó que el compositor “ideó ‘La consagración’ mientras trabajaba en ‘El pájaro de fuego'”, la investigadora Idoia Murga, que habló de la influencia de la obra en España, o Cristine Camilo, exprimera bailarina de la Ópera de Berlín, donde actualmente es ‘ballet master’ de las primeras figuras, protagonista en la puesta en escena, en 1990, de la versión realizada por Maurice Béjart. Hodson montó algunas partes de La consagración de Nijinsky a los estudiantes bailarines y la coreógrafa Muriel Romero ofreció su versión sobre esta grandiosa composición de Stravinski.
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